LA APRECIACIÓN PLÁSTICA DE ESTILOS ARTÍSTICOS LA NECESIDAD DE JUICIOS CRÍTICOS
Somos
humanos. Apreciamos, valoramos, calibramos el fruto de nuestra
percepción. La visión siempre es subjetiva. Entonces.... ¿quién
decide qué es feo, grotesco, cómico u obsceno?
Es
imposible establecer fronteras nítidas entre estos criterios. Sólo
podemos afirmar una cosa con rotundidad. La apreciación de estos
calificativos varía en función de la época, sociedad o categoría
social que rodea a la obra. Su valoración es cambiante.
Tradicionalmente
se definía lo feo por su consideración como repugnante. Lo obsceno
como una violación del pudor. Y lo cómico como aquel comportamiento
obsceno que hace reír.
Así
en la Grecia antigua PRIAPO, divinidad menor, hijo de Afrodita,
dotado de un enorme falo y protector de la fertilidad, era
considerado ridículo y calificado de amorpho (feo). Pero a la vez
simpático.
Pero
si nos centramos en el plano social también encontraremos cambios.
Hablando de la sátira podemos observar, que en la edad media lo
cómico y lo obsceno son vías de desahogo de tensiones
incontrolables por otros medios. Era una forma de descargar el
desprecio y la rebeldía contra el opresor. Pero existen dos
fenómenos distintos. La sátira contra lo rústico, que son
manifestaciones del desprecio y de la desconfianza que el mundo
feudal y eclesiástico sentía hacia los
campesinos. Por otro, las fiestas
carnavalescas. Los habitantes de las ciudades eran protagonistas de
las parodias grotescas, vengándose alegremente de ese poder feudal y
eclesiástico, y a la vez de las epidemias y desgracias acaecidas
durante ese año.
En
el cambio de estos fenómenos empiezan con RABELAIS, en 1532, en
época renacentista. Lo obsceno como característica
de lo plebeyo se convierte en lenguaje y comportamiento de una corte
real. La ostentación de la chocarrería,
se traslada a la literatura culta convertida en sátira.
A
comienzo del siglo XVII, la sátira da un vuelco y lo tonto
pasa a ser astuto.
En
el renacimiento lo obsceno entra en una nueva fase. Se
representa bellamente no sólo lo feo-inocente, sino también lo
considerado tabú, separando lo obsceno de lo feo. De esta forma, la
obscenidad se convierte en motivo de delicado entretenimiento en los
siglos XVII y XVIII. Ya en el S. XIX, lo antes considerado
obscenamente feo, se trata en el arte y en la literatura realista,
empeñada en mostrar todos los aspectos de la vida cotidiana.
Por
último mencionar un género como el caricaturesco. Es una forma
moderna de lo cómico y nace como instrumento polémico frente a una
persona real o categoría social, enfatizando uno de sus rasgos hasta
la deformidad. A veces las caricaturas denuncian la bajeza moral de
personajes pero, en general, introduce la exageración como un factor
dinámico que implica a su totalidad.
En el trasfondo de todo esto se quiere evidenciar el hecho de que todos los patrones son cambiantes. El concepto de qué es bello, simpático, estilizado o ridículo cambia en función de la época o el entorno social.
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